31 de julio de 2009

6ta Feria de la Torta

Para los que tienen un hambre infernal, y no tienen llenadera… jaja, choro para el público en general.

Les hago una abierta invitación a la 6ta Feria de la torta, que se lleva acabo en la explanada de la Delg. Venustiano Carranza cada año.

El evento tuvo inicio desde hoy, y concluirá este próximo domingo 2 de agosto. Es entrada libre, y asistirán los mejores torteros del Distrito Federal.

Este día se rompió el record de la torta más grande del mundo con 46 m de largo, Pero que torta!!!

25 de julio de 2009

Caricaturas "El fisgón"














Cómo dije en otra ocasión me gustan las caricaturas de carácter político que se publican en los periódicos y hace ya algunos meses escaneé unas caricaturas publicadas en “La Jornada”, éstas salieron cuando el Presidente de los Estados Unidos Barack Obama, visito nuestro país, la interpretación es propia, pero creo que más claro “El fisgón” no pudo ser, y eso es lo que me gusta de sus caricaturas, su franqueza.

Por cierto, quería hacer una invitación a leer un libro titulado “De Salinas a Fox” de Miguel Ángel Gallo, dónde el autor utiliza precisamente la técnica de la caricatura para explicar el proceso por el que pasó México a lo largo de estos 3 sexenios. Es un libro, a mi parecer, bien explicado, y no es tedioso, ya que por ser historia, suele ser, para algunas personas un poco aburrido, y debo admitir que lo es para mí sin embargo, logra captar la atención del lector desde el inicio por el uso de esta técnica.

Es un libro dirigido al público joven en general, pero claro que lo disfrutaría igual una persona de mayor edad.
Aquí les dejo la bibliografía:
Gallo Miguel Ángel, “De Salinas a Fo
x”, Ediciones quinto sol, México 2005.

¿QUÉ CAMBIARÍA?


Comparto un ensayo que escribí hace ya casi un año, fue algo que en verdad sentí:


¿Qué cambiaría?



Recordemos un poco cómo era nuestra niñez, cómo era el hecho de estar con nuestras familias, tal vez no ejemplares, pero sí de aquellas que podían salir adelante, recuerda cómo es que jugabas, corrías, como hasta llegabas a hacer berrinches cuando no obtenías lo que te habías fijado tener. Ahora imagina toda tu niñez en la calle, ¿Qué cambiaría?, tu entorno social sería tan distinto al que conociste, que posiblemente no te encontrarías donde estás.


No puedo evitar sentir ese nudo en mi garganta cada vez que toco el tema o que hago referencia a alguno de ellos y las distintas razones por las que se encuentran en condiciones indignantes, ya que es como si por un largo tiempo los servicios públicos con los que contamos en nuestro hogar se esfumaran de un día para otro, es decir, sin luz y sin agua principalmente,(que en su caso, una coladera es quien gana el papel de un techo/casa), estoy segura, que no lo soportaríamos. Sumémosle la falta de dinero, la ausencia de familia, la falta de afecto, sin duda alguna me sentiría fatal, y hubiese preferido no nacer. En cambio, ellos luchan por sobrevivir, y aunque, en su mayoría no tengan en mente proyectos que cumplir, es seguro que su meta del diario se convierte en un requisito: seguir vivo.


Tal vez algún día hemos despreciado una comida porque no nos agrada, o porqué no, hasta la hemos tirado sin siquiera tocarla, y todo esto sin pensar un momento si alguien más la necesitaba, ya no para cubrir una de las tres comidas del día, sino para sorprendentemente recordar lo que se siente tener un bocado y así sobrevivir.


Ésta es la realidad que viven los niños de la calle, una realidad que pareciera no existir o pasar desapercibida, esa realidad que todos sabemos existe, pero que a pesar de ello, no la queremos ver, es algo que al fin y al cabo no nos importa… Cerramos los ojos esperando que al abrirlos haya desaparecido.


En su mayoría, los adjetivos que se hacen presentes en cuanto se escucha la palabra niño, suelen ser algunos como: alegría, sencillez, inocencia, honestidad, sin embargo, basta añadir unas palabras más para que este contexto se torne totalmente contradictorio, niño de la calle, de inmediato surge la idea de un “vago”, “ratero”, “malviviente”, “niño sin amor”, y en algunos casos hasta suele representar la repugnación como tal.


Éste, por desgracia, suele ser el punto de vista más común, ese que muestra “el lado oscuro” de las personas, ese que al ver a alguien necesitado lo único que se le viene a la mente para consigo mismo es un terrible: “malviviente”, como si fuera de puro gusto encontrarse en condiciones indignantes.


Sin duda, esto dependerá de la persona que lo esté pensando. Yo no podría ver a un niño de la calle y juzgarlo de tal modo. Es de lo más injusto el hecho de que existan personas tan inhumanas como para no reconocer a estos niños como seres humanos también, los cuales tienen derechos, y entre ellos: “…cada niño sujeto a su jurisdicción, sin distinción alguna, independientemente de la raza, el color, el sexo, el idioma, la religión, la opinión política o de otra índole, el origen nacional, étnico o social, la posición económica, los impedimentos físicos, el nacimiento o cualquier otra condición del niño…”. (Fragmento tomado del artículo 2°, La Convención sobre los Derechos del Niño, UNICEF).

Si consideramos de poca importancia el hecho de que niños de edades aproximadas entre 8 y 17 años, tal vez menos o más dependiendo de las circunstancias, consideren como su único hogar una coladera, una banqueta o ¿Por qué no? un puente entonces si estamos en graves problemas. Y por desgracia parece no importar.

Lo que siento es incontenible y que no puedo explicar tan fácilmente, es un dolor tan profundo e impotencia, que quisiera tener todo lo necesario para sacarlos de ahí, de la miseria que los rodea, de esa hambre engañada, de ese dolor convertido en resignación.

Pero; ¿Qué nos pasa…? , ¿Qué nos pasa?, que cada vez estamos más ajenos a lo que pareciera no ser nuestro problema, esa compasión, esa lástima, esa indiferencia, es lo único que puede presentarse en nosotros cada vez que vemos un niño de la calle muriendo de frío y hambriento de amor. ¿Qué nos pasa?


Antes de salir de su hogar pueden ver la calle como su única opción, como si fuese un lugar donde la libertad es su mejor amigo, donde las reglas y los golpes no existirán más, donde esos gritos no harán más eco… al parecer es la salida y solución perfecta. La inocencia con la que se cuenta a esa edad, (aproximadamente 8 años), es el factor más influyente en esta decisión que cambiará sus vidas por siempre… Actualmente el 23.6% dicen se encuentran así “porque les gusta”, justifican esta respuesta por una “libertad incondicional”, y un 44%, hablamos de niños que sufrieron de maltrato o abandono.


Irónicamente todo lugar puede ser su casa menos una convencional, sus puntos de reunión suelen ser los cruceros o el STC (metro). Entre ellos dicen formar una “familia”, esa que nunca tuvieron, son “carnalitos”, pero más que tener un amigo, su compañero de vida será el “activo”, ya que éste será el que le ayude a olvidar el hambre que en ocasiones pasan días en que no se ha ido, persistente en seguir.


Ahora bien, es sorprendente cómo estos niños “se ganan la vida”, cómo es que día con día hacen lo posible por ganar para llevarse algo al estómago, ellos: limpian parabrisas, coches, son franeleros, piden limosna, roban y hasta se prostituyen.

Esto sin duda es reflejo de una sociedad que carece de valores y sufre de una situación económica tan deficiente, que las familias optan porque sus hijos formen parte de esos ingresos que servirán para seguir sobreviviendo. A aquellos que les “va bien”, llegan a ganar hasta 10 salarios mínimos.


Solía pensar que estos niños eran producto de una extorsión de parte de sus padres, sin embargo, puedo darme cuenta que no en todos los casos son así, (aunque sí en su mayoría), suelen sufrir situaciones mucho más complejas que esa, dejando en ellos una marca indeleble que convierte su niñez en un sin fin de escenarios que presentan historias de terror constantemente.


No puedo ignorar que no todos los niños fueron víctimas de esas terribles extorsiones que generalmente se escuchan, existen, aunque sorprendentemente, aquellos que no encuentran en la calle las reglas que solían regirlos, esas obligaciones que tenían que cumplir, o la escuela a la que se tenían que asistir, simplemente una vida “sin responsabilidades y sin reglas”. Pero de esto, sólo una parte es cierta, ya que tendrán una libertad en sus decisiones con respecto a ellos mismos, pero en cuanto a las reglas éstas no serán nulas, ya que se irán acoplando al grupo al que se unan, (en caso de que lo hagan).


Parece algo irreal que la única solución aparente sea el gobierno y la impunidad que ésta tiene como hermano siamés, quien coloca dentro del niño la raíz de este problema social, tampoco es una solución matarlos, al fin y al cabo a nadie les importa. Como lo hicieron en Brasil, donde se aplicó “La muerte para el exterminio de estos niños” dejando 457 niños sin vida.
¿Obligarlos?, algunos de ellos conocen las instituciones u organizaciones de apoyo, un ejemplo de éstas, es la Organización de la sociedad civil (OSC), quienes trabajan con niños, niñas y jóvenes de la calle. Pero ellos hasta llegan hacer uso de algunos servicios, sin embargo, no toman la decisión definitiva que les permita formar una nueva vida y cambiar el rumbo de ésta totalmente.


Consideremos que llevan bastante tiempo estos niños radicando en la calle, ¿Qué nos hace pensar que estos cambiarían?, tienen ciertas costumbres o hábitos demasiado arraigadas como para dejarlos, y para aquellos que lo decidan es demasiado difícil que lo logren. Necesitan ayuda para hacer una reflexión de su vida, un futuro que les pueda ofrecer una mejor calidad de vida.
Estamos hablando de promover la integración de estos niños, para que posteriormente puedan formar parte de la sociedad y de un campo laboral, pero se les necesitan crear de nuevo esas necesidades básicas que con el paso de los años han perdido.


Posiblemente, la manera de ayudar se vuelve un dilema y tal vez pensemos: “Si le doy dinero, fomento su adicción, lo hago más flojo, etc.”, ¿Cómo puedo ayudar?, estoy convencida que pequeñas acciones marcan una diferencia. Un ejemplo: “Don Luis”, ha cumplido su meta propuesta, la cual es de admirar, pues decidió ahorrar por algún tiempo para comprar alimento y repartirlo junto con sus hijos a estos niños.


Es interesante saber que “Don Luis”, no pertenece a una clase social que cuente con dinero, de hecho es parte de los 40 millones de mexicanos que nos encontramos en la pobreza, pero en cambio, él tomo la decisión de ser parte, a lo que le llamo: “metas trascendentes”. Y lo que es de admirar aún más es que está dejando en sus hijos esa capacidad de ser más humanos. Y eso, a futuro valdrá más que el propio dinero.


Algunos ayudan por “lástima”, otros para que el peso de la conciencia les sea más ligero, otros porque consideran que dar las sobras es “caridad”, etc. ¡Esto no sirve!, para ellos es bienvenido, pero esta acción no trascenderá y por consiguiente no servirá como ejemplo a otras personas. En cambio en “Don Luis”, su acto fue desinteresado.

Tengamos en mente objetivos que consten de acciones trascendentes, es decir que no sólo impliquen un logro superficial, (que también es válido en cada persona como, por ejemplo pasar alguna materia o adelgazar). Hablamos de acciones que incluyan tanto nuestro bienestar como el ajeno, y de esta manera haremos un cambio.


También es fundamental, que como fenómeno social, se trate como tal, es decir, si todos formamos parte de ésta: ¿Por qué no hacer algo para cambiarla?, juntos podremos lograrlo, ¿Cómo?, no es fácil, y no creo que nadie lo considere así, en cambio, no es imposible. La raíz del asunto, está en la familia.


Tomemos en cuenta que los papás forman un papel bastante importante, diría que el principal, en cuanto a la educación. Estoy consciente que para ser un buen padre no se hay cursos o una preparación previa que diga cómo serlo, pero cuando pase el tiempo podrán darse cuenta sí hacen bien las cosas, se podrá marcar una diferencia en esta sociedad. Demos amor. Eduquemos.
Pero estamos tan adentrados en el hastío que recubre nuestras vidas, tratando que nada que sea ajeno a él, lo desequilibre, estando en dicha situación empezamos a desarrollar una discapacidad de tal grado, que todo lo que pase nos provoca un desinterés fatal.


¡Abramos los ojos! , veamos que sus caritas nos gritan un “auxilio” que pareciera nunca callarse, son de esos gritos silenciosos, que curiosamente son los más necesitados, pero estamos tan acostumbrados a ignorar, a hacer de la indiferencia nuestra mejor máscara, que no somos capaces de oír, ni siquiera una palabra, o tal vez sí, pero hacemos como que no oímos y así haremos menos amarga la realidad, al fin siempre solemos sentir alivio cuando creemos no formar parte del problema.


No hace falta ir muy lejos para darnos cuenta de lo que pasa con estos niños, ellos necesitan amor.


Dejemos a un lado ese egoísmo que caracteriza a la raza humana, dejemos a un lado esos miedos, dejemos de pensar que nuestros problemas son y serán siempre los más importantes, démonos tiempo de ver más allá de nuestros compromisos, y veamos que existe alguien que requiere nuestra ayuda, ya que:


¡En nuestros actos está la solución!